FICHA DE
CÁTEDRA Nº3. Cierre del bloque 2. Aclaraciones y complementos sobre las
estructuras clínicas freudianas.
Para
comprender la psicopatología y la estructuración subjetiva partimos de la
concepción de la incompletud humana, por la cual el ser humano no nace ya subjetivizado.
La subjetividad se construye y se produce en el encuentro con los otros, que transforman
ese ser viviente en sujeto: a ese acontecer se le llama en psicoanálisis “constitución
subjetiva”. Se produce la estructuración de la subjetividad mediante el
atravesamiento de ese conflicto sociocultural que estudiamos como “Complejo de
Edipo”, cuya salida implica la entrada en la cultura, en el lenguaje y el uso
de la palabra. Esta conflictiva inicia desde los primeros momentos de la vida y
tiene un cierre provisorio entre los 5 y 6 años. En la pubertad y adolescencia
se reactualiza, y marca todo el ciclo vital de cada persona.
La
psicopatología remite a esa constitución y estructuración subjetiva, al
atravesamiento de ese complejo de Edipo y a cómo se pone en juego en la historia
personal. La constitución subjetiva se refiere a la constitución del aparato
psíquico, de la identidad, del vínculo con lxs otrxs, las normas culturales, la
sexualidad, el recorrido pulsional, el despliegue del deseo.
Las Estructuras
Clínicas planteadas por el psicoanálisis son tres, la cuales, a su vez, pueden
asumir distintas formas:
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ESTRUCTURA
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MODALIDAD
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Neurosis
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Histeria
Neurosis obsesiva
Fobia
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Psicosis
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Esquizofrenia
Paranoia
Psicosis Maníaco depresiva
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Perversión
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Fetichismo ((como ejemplo paradigmático)
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Nos vamos
a focalizar en el estudio de las dos primeras (neurosis y psicosis). En ambas,
podemos delimitar vertientes ligadas a la salud y a la enfermedad. Vimos que la
posibilidad de conformar vínculos, de trabajar o estudiar, de desarrollar
actividades culturales, sociales, de aprender a realizar nuevas actividades, son
todas expresiones de la salud. La enfermedad se expresa como un elevado gasto
psíquico, como un sufrimiento que supera las barreras de lo tolerable, como una
arremetida de la compulsión a la repetición sin freno, como un estancamiento o
fijación del recorrido o circuito de la pulsión, como un conflicto entre
instancias psíquicas que conlleva un padecimiento.
La
psicopatología, aunque se exprese en la adolescencia y en la adultez, se vincula
con esa estructuración subjetiva previa. Los primeros momentos y años de vida son
fundamentales porque se producen todas las operaciones referidas a ello: la
división de las instancias psíquicas, el recorrido de las pulsiones parciales,
la representación y la simbolización, la constitución del cuerpo, de la imagen
corporal, de la identidad, la asunción o no como sujetos barrados (incompletos,
atravesados por un deseo, por un objeto que falta), la posibilidad de
identificarnos como semejantes de un otrx y de ingresar al orden simbólico
cultural.
¿Cómo se
produce esta subjetivación? El o los primerxs otrxs, la madre, o quien
corporice esta función, al mirar, al amamantar, al hablar, al cuidar, al tocar
a su bebé, lo libidiniza, organiza la pulsión sexual en el cuerpo del bebé: “configurando
un ritmo de presencias y ausencias que le otorga al recién nacido una
permanencia (una primera unificación corporal) necesaria para su estructuración.
Es por ello que un cuerpo se pulsionaliza a partir de la demanda de amor del
Otro” (Levín, 1996). Es el Otro quien le otorga una sensación de unidad al recién
nacido frente a su dispersión fisiológica, corporal y psíquica. El Otro es un
espacio simbólico cultural encarnado por sucesivas figuras.
El
encuentro con el Otro produce esa vivencia mítica de satisfacción que queda
como huella para encuentros posteriores, que a la vez se asemejan y se
diferencian de esa primera vivencia. La sensación de encuentro con el objeto,
con el Otro y de calma del malestar corporal previo quedan como una marca que
otorga un sentido y permite erogenizar el cuerpo, organizar el tono muscular,
la postura, y queda como vestigio para el futuro movimiento del deseo. Esta
experiencia marca las siguientes y las dificultades que pueda haber en esta
serie van a provocar fallas en la estructuración psíquica o psicopatologías. Se
establece también el llamado como demanda de amor que permite luego la
constitución del deseo.
Veamos lo
que plantea Enrique Carpintero con relación a esta cuestión:
“El ser humano nace en unas condiciones de inadaptación entre su organismo y el medio, que generan una absoluta dependencia del niño con sus padres. Las consecuencias de este hecho marcan una estrecha relación entre el nacimiento y la muerte. De esta manera, como planteo en otro texto, en este periodo hay una relación fusional entre el niño y la madre. El poder soportar la angustia de muerte que padece el niño va a permitir que la madre genere su capacidad de amor. De esta manera crea lo que denomino el espacio-soporte de la muerte como pulsión, que va a posibilitar el necesario proceso de catectización libidinal. Es decir, la madre va a poder dar el amor que requiere el niño para su desarrollo en la medida que pueda soportar la angustia de muerte que este padece, y que se manifiesta en una permanente demanda de atención. El amor es consecuencia de poder soportar la emergencia de lo pulsional que trae el niño, caso contrario aparecerá un agujero en lo simbólico con ulteriores consecuencias psíquicas”.
Ese agujero en lo simbólico se
refiere a la estructura psicótica, en la cual falla la simbolización de un
fragmento de la realidad que se refiere a la incompletud del Otro, y por ende, también
del sujeto. Esta falla tiene múltiples consecuencias psíquicas, algunas de las
cuales, como los delirios y las alucinaciones, son expresión de esa falla y
también su intento de reparación.
De acuerdo a Nasio (1993) en la neurosis el
sujeto se defiende de un goce absoluto: “El goce intolerable se convierte en
trastornos del cuerpo en el caso de la histeria, se desplaza como alteración
del pensamiento en la obsesión, y se expulsa, para retornar de inmediato como
peligro exterior, en la fobia” (Nasio, 1991, p.23).
El mecanismo propio de la neurosis es la
represión, que opera apartando de la conciencia una representación de una
moción pulsional del Ello, inconciliable para el Yo ya que entra en conflicto
con exigencias de la realidad y del superyó. El pensamiento ligado a esa
representación es movido hacia el inconciente pero el afecto (la carga
libidinal) ligado a ella permanece, y tras una desfiguración del contenido
psíquico se transforma en el síntoma.
El mecanismo de la psicosis es el rechazo o
desestima de la realidad. Freud lo define de la siguiente forma en el año 1894:
“El contenido de una tal psicosis alucinatoria consiste precisamente en la acentuación de la representación, amenazada por el motivo de la enfermedad. Puede, por tanto, decirse que el yo ha rechazado la representación intolerable por medio de la huida a la psicosis. El yo se separa de la representación intolerable, pero éste se halla inseparablemente unida a un trozo de la realidad, y al desligarse de ella, el yo se desliga también, total o parcialmente de la realidad. Esto último es, a mi juicio, la condición para reconocer a las propias representaciones vida alucinatoria, y con ello cae el sujeto, una vez alcanzada la repulsa de la representación intolerable, en la locura alucinatoria" (Freud, 1894/1981, p.176).
En
comparación con la represión, este mecanismo de la psicosis actúa de forma
mucho más “enérgica y eficaz”: “el yo rechaza (Verwerfung) la representación
intolerable conjuntamente con su afecto y se conduce como si la representación
no hubiese jamás llegado a él. En el momento en que esto queda conseguido
sucumbe el sujeto a una psicosis que hemos de calificar locura alucinatoria”
(Freud, 1984/1981, p.179).
En la
psicosis no se habla de síntomas, sino de «fenómenos elementales», que pueden
referirse a tres órdenes:
-el automatismo
mental: “la irrupción de voces, del discurso de otros, en la más íntima esfera psíquica”
(Miller, 1997, p. 24).
-corporal:
“fenómenos de descomposición, de despedazamiento, de separación, de extrañeza,
con relación al propio cuerpo” (Miller, 1997, p. 24). Pueden implicar
distorsiones en el tiempo y el espacio, una desorientación al respecto.
-fenómenos
que conciernen al sentido y a la verdad: pueden incluir la vivencia de experiencias
inefables cuya certeza es absoluta, ya sea con respecto a su identidad –“yo soy
Simón Bolívar”-hostilidad -”mi familia me quiere envenenar”-, o expresiones de
sentido o significación personal -tales como experiencias sobrenaturales. En
otras palabras, ocurre “cuando el paciente dice que puede leer, en el mundo, signos
que le están destinados, o que contienen una significación que él no puede
precisar, pero que le están dirigidos exclusivamente a él” (Miller, p. 25).
Para el
caso de la neurosis, es común el repliegue en la fantasía y el retiro de la
realidad. De acuerdo a Lacan, los sujetos neuróticos “han sustituido los objetos
reales por otros imaginarios basados en recuerdos o han mezclado ambos y, por
otro lado, han renunciado a realizar los actos motores necesarios para la
consecución de sus fines con tales objetos. (Lacan, 1954/ 1990, p.68).
Para el
caso de la psicosis, surgen las alucinaciones, los delirios o los crueles autorreproches
como creación de una realidad nueva, propia del psicótico, que no es compartida.
En cuanto al vínculo con la realidad, en la psicosis se produce lo que Freud
llama “embotamiento afectivo”, el retiro de la libido de las personas y de los
objetos del mundo exterior que puede llegar hasta “la pérdida de todo interés hacia
el mundo exterior” (Freud, 1923/1981). Nasio (1996) agrega que, debido a esto,
la energía de la libido se estanca en el yo.
Por
último, cabe destacar que distintas las expresiones de la psicopatología no son exclusivas
de una estructura, es decir, puede haber alucinaciones o delirio también en la
neurosis, o conductas perversas que no signifiquen una perversión. A diferencia
de la perspectiva psiquiátrica, que parte de una lista de síntomas para definir
luego el “cuadro”, desde el psicoanálisis se parte de la premisa de que no son
los síntomas los que determinan la estructura, sino la estructura es la que le
da sentido a los síntomas o fenómenos elementales. Por ello, es fundamental conocer
la estructura clínica para comprender el lugar y el sentido que tienen esas
expresiones psicopatológicas en cada sujeto particular y cómo abordarlos.
Referencias
bibliográficas:
-Carpintero,
E. (2000). De la clínica de lo negativo al trabajo con la pulsión de muerte.
Revista Topía. https://www.topia.com.ar/articulos/clínica-lo-negativo-al-trabajo-pulsión-muerte
-Freud,
S. (2006). Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
-Lacan,
J. (1954/1990). Seminario
I, Los escritos técnicos de Freud.
Buenos Aires, Argentina: Paidós
-Lacan, J. (1956/2004). Seminario 3, Las psicosis. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
-Levin E. (1996). La infancia en
escena. Constitución del sujeto y desarrollo psicomotor. Buenos Aires: Paidós.
-Miller, J-A. (1997). Introducción al método
psicoanalítico. Buenos
Aires, Argentina: Paidós.
-Nasio,
J. D. (1991). El
dolor de la histeria. Buenos
Aires, Argentina: Paidós.
-Nasio,
J. D. (1993). Cinco
lecciones sobre la teoría de Jaques Lacan.
Barcelona, España: Editorial Gedisa.
-Nasio,
J. D. (1996). Enseñanza
de 7 conceptos cruciales del psicoanálisis.
Barcelona, España: Editorial Gedisa.
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