Una mente brillante - online
Análisis de la película “Una mente
maravillosa”
En esta película, así como en la anterior, también
podemos ver el delirio psicótico desde la perspectiva de la realidad psíquica
del sujeto y desde la realidad social compartida, lo que nos permite vivenciar la creencia indubitable del protagonista con respecto a su construcción
delirante y las formas de justificar el descreimiento de los otros al respecto.
Al tratarse de un caso real, tal como en “Las horas”, y de un genio matemático,
podemos ver un delirio muy organizado y fundamentado.
Lo especialmente interesante del caso de John Nash
son los dos momentos en el desarrollo de su padecimiento, marcados por el
primer y segundo brote psicótico. En el primer momento surgen las alucinaciones
visuales y todo el argumento de su trabajo como espía. Su primera alucinación
es un amigo, que lo acepta tal cual es y compensa sus dificultades para
relacionarse con los otros. La segunda aparición es de otro orden, un personaje
muy lúgubre que ocupa el lugar de “jefe”, involucrándolo en tareas secretas y
peligrosas. La tercera alucinación es de índole tierna, ya que representa a la
sobrina de su amigo con quien se vincula desde el cuidado y la protección. El
personaje de Charles sustenta su percepción de signos que solo están destinados
a él o que solo él puede ver en diarios y revistas. Los mismos constituirían
mensajes secretos vinculados a la ubicación de una bomba que el gobierno ruso
haría explotar en USA. Vemos aquí cómo el delirio tiene un sustento en el
contexto de la extendida guerra fría, propio de la época y el lugar en el que vive Nash.
Los síntomas que observamos son: pérdida de la
realidad, alucinaciones, delirios de persecución, trabajo intelectual excesivo
sin fines reales, la automutilación (buscándose un implante), dificultad para
relacionarse con lxs otrxs (sobre todo con las mujeres) y afán de superioridad.
En este primer momento no hay conciencia de enfermedad, supone que el
psiquiatra es un ruso que lo capturó, y que su mujer le cree en su diagnóstico
de esquizofrenia. Aquí le prescriben una medicación con efectos secundarios que
Nash rechaza, tales como la dificultad para realizar trabajo intelectual y para
mantener relaciones sexuales con su mujer. También observamos la apatía por el
entorno y un empobrecimiento libidinal.
La reclusión en su hogar, sumado a estos efectos
nocivos de los psocofármacos, es el marco en el que se desarrolla una nueva construcción delirante
que se expresa como una continuación de la anterior. La salida de la misma
proviene de la realidad: su mujer considera inaceptable que haya dejado a su
bebé en la bañera a punto de ahogarse (al cuidado de su amigo alucinado), y que
haya tenido una reacción violenta cuando ella llamó al psiquiatra por teléfono.
Pero aquí, en la situación límite que implica la partida de su mujer y a su
hijo, John alcanza una comprensión de su construcción delirante: mediante el
razonamiento observa que la niña que alucina no ha crecido a lo largo de los
años. Podemos animarnos a interpretar aquí que John se esforzó por conservar el
lazo con la realidad y sus vínculos reales por sobre su construcción
alucinatoria, y este fue el primer indicio de una posibilidad real de
estabilización.
La estabilización en la psicosis es una búsqueda
clínica que no siempre llega a puerto, pero este caso demuestra que es una
posibilidad real de bienestar y lazo social para el psicótico. La prescindencia
de los psicofármacos en primer lugar, la vuelta a la universidad, el reemplazo
por otra medicación “más efectiva” (en la película no sabemos cuál es), son las coordenadas terapéuticas de su vida luego de este segunda crisis. Su
lucha conciente y continua por ignorar las alucinaciones que continuaron
durante toda su vida y por aferrarse a la realidad compartida, es tanto o más
loable que sus desarrollos académicos, que lo llevaron a ganar un premio
nobel.
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